Cartografías de la consciencia 4.


 Cartografías de la consciencia 4.

Por: Javier Orlando Muñoz Bastidas.


La filósofa Judith Butler, en su libro “El género en disputa” (2007), realiza una afirmación muy clara y muy radical: “Cualquier teoría del cuerpo culturalmente construido debería poner en duda «el cuerpo» por ser un constructo de generalidad dudosa cuando se entiende como pasivo y anterior al discurso” (pág. 254). Esto es importante: 1. Porque no es posible una concepción de “cuerpo” que esté por fuera del proceso social que la hizo posible, 2. El cuerpo es en realidad una “corporalidad”, es decir: un sistema complejo de sentido, y 3. La experiencia de la corporalidad implica una consciencia de sí del individuo. 

Si bien es cierto que el cuerpo es diferente de la psique del individuo, la verdad es que cuerpo y psique se implican en una unidad de consciencia, al punto de ser una sola experiencia de la individualidad. Lo que se podría denominar como “el cuerpo en sí” no existe. El cuerpo es lo que la psique comprende de él. Este es un punto importante para el problema de la identidad de género, porque ésta se constituye al mismo tiempo que la corporalidad y la psique. No hay una identidad posterior a la constitución del sistema complejo de la corporalidad. El problema político, para Butler, es cuando se impone a la fuerza una concepción de corporalidad, que todos los individuos deben asumir. 

Ahí está el punto: ¿quién o qué realiza el proceso de constitución de la corporalidad? ¿quién determina una identidad y una consciencia de sí? ¿el individuo? ¿o un poder externo al individuo? Si lo hace el individuo, estamos afirmando la individualidad del mismo. Si lo hace un poder dominante externo, estamos ante un “sujeto” que todavía no ha podido afirmar su individualidad. 

Una teoría del cuerpo, debe ser también una teoría de la cultura y un ejercicio político. ¿Por qué? Debe ser una teoría de la cultura, porque la experiencia de la corporalidad de un cuerpo sólo es posible dentro de un proceso de desarrollo de una consciencia histórica y social. Lo que “un cuerpo puede” (Spinoza), depende del sistema social en el que se constituye. Si se quiere transformar el cuerpo, para que pueda tener otro tipo de experiencia (de) corporalidad, se debe transgredir el contexto social y significante que lo constituyó. Otro cuerpo solo es posible en “otro” sistema de significación y de discursividad. 

Se podría objetar: que el cuerpo es fáctico, y sigue funcionando igual independientemente del contexto social. La verdad es que no, porque transformar el contexto es hacer posible otra experiencia de la corporalidad. Esto es fundamental, por lo siguiente: un individuo puede tener múltiples experiencias de su corporalidad, pero si su sistema integral de significación sigue siendo el mismo, entonces esa multiplicidad de experiencias no constituye ninguna afirmación de la consciencia de sí y de la individualidad. Todo lo contrario: entre más experiencias, más se reafirma el significante. Una experiencia nueva y diferente de la corporalidad, solo es posible transgrediendo el sistema integral del poder dominante que constituye esa corporalidad. 

Por eso es que una teoría del cuerpo, debe ser también un ejercicio político. Porque en una teoría del cuerpo, no se define al cuerpo en sí, sino a la corporalidad como posibilidad de creación. En una teoría del cuerpo no se debe afirmar lo que el cuerpo es, sino lo que el cuerpo podría llegar a ser. La performatividad es un ejercicio de subversión. ¿Qué es lo performativo? Es la afirmación del cuerpo como posibilidad de creación. Crear el cuerpo es un ejercicio de transgresión política. 

Pero, ¿no se está cayendo, de nuevo, en un dualismo cuerpo/psique? (Butler, 2007, pág. 255) El individuo es una unidad singular, que se expresa como realidad. Por eso el cuerpo es el sentido del acontecimiento, de la misma forma que la psique es la consciencia de la corporalidad. El dualismo se supera, en la creación de la consciencia de sí de la individualidad. 

De esta forma, la subversión del poder dominante, que determina una forma de la corporalidad, implica también la subversión del sistema integral de la psique. Este es, tal vez, el proyecto filosófico más importante de Butler: la elaboración de una teoría integral de la psique, en la que se evidencie que la individualidad sólo es posible en la creación de una consciencia autónoma de sí. La “psique” del individuo también se debe transgredir y crear. Es lo que el filósofo y psicoanalista Félix Guattari denomina: “inconsciente rebelde”, que consiste en afirmar la imposibilidad de la sublimación, es decir: en eliminar la sumisión que se efectúa en el desplazamiento simbólico. 

Se debe preguntar: ¿qué es lo normal o la normalización? ¿es posible la creación de una corporalidad por fuera de un poder dominante? Estas preguntas son importantes, porque lo que está en juego es la consciencia de la realidad del individuo mismo. Lo “normal” es lo que un poder dominante determina como tal. Un cuerpo normal es aquel que “funciona” con la lógica de esa determinación. El patriarcado es normalizante, pero no es lo único que determina normalidades. Esto lo comprendió muy bien Butler, por eso afirma que puede haber una forma de feminismo que también devenga “normalizante”. Pero el verdadero feminismo se sustenta en una profunda crítica a la concepción normalizante de “mujer” y de “hombre”. Butler realiza una crítica radical a todo “esencialismo” sexual.

¿Qué diferencia hay entre la normalización y lo normativo? La normalización es determinar algo como real; lo normativo son las “normas” que rigen esa determinación (Butler, 2007, pág. 25). Pero ambas son acciones de violencia sistemática sobre el individuo. 

Pero, un cuerpo que se constituya por fuera de un poder determinante, ¿no termina en la exclusión, en la auto-invisibilización, en la esquizofrenia? La respuesta es que no, siempre que: 1. El cuerpo creado no inaugure una nueva normalidad, 2. El cuerpo creado se afirme en un ejercicio de confrontación política ante toda normalización, y 3. Siempre que pueda establecer un encuentro afectivo con otras corporalidades. El cuerpo delirante sólo es importante, como instrumento de subversión político de un sistema de poder normalizador. Todo delirio es, en realidad, una transgresión de los sentidos significantes de la corporalidad. No hay proceso de creación “por fuera de” un poder dominante, sino en confrontación directa y subversiva con ese mismo poder.

Referencia:

Butler, Judith (2007). El género en disputa. (trad. M. Antonia Muñoz) Editorial Paidós.     



Comentarios

  1. Gracias por compartir tus reflexiones, que realmente invitan a una profunda reflexión sobre el cuerpo, la identidad y el poder. Estoy de acuerdo con tu idea de que el cuerpo no puede entenderse de manera aislada de los discursos sociales, como señala Judith. La corporalidad en sí es un constructo social y cultural, y su comprensión solo puede darse en un contexto histórico y político específico. En ese sentido, lo que menciona Foucault sobre cómo los cuerpos son disciplinados y normalizados resuena con tu postura acerca del poder que moldea nuestra corporalidad.

    En cuanto al concepto de individualidad, coincido en que no es algo preexistente, sino que se constituye en interacción con la sociedad. No obstante, creo que la libertad individual, como lo aborda Simone de Beauvoir, se da en una tensión constante con la cultura y el poder, no como una transgresión pura. La construcción de una identidad autónoma, en mi opinión, es un proceso continuo de negociación entre lo interno y lo externo, en el cual se mantiene la posibilidad de una subjetividad que no quede totalmente determinada por las estructuras de poder.

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